Guernica: tragedia, mentira y farsa, por Miguel Platón
Resulta irracional la pervivencia de manipulaciones sobre la Guerra Civil española, más de 80 años después de su final y cuando se han publicado centenares de libros y artículos veraces sobre los aspectos más diversos de aquella tragedia.
El último en apuntarse a un despropósito de esta naturaleza ha sido el alcalde de Guernica, José María Gorrroño, que el pasado mes de abril organizó un homenaje al hijo del periodista británico George L. Steer, que en 1938, en su libro El árbol de Guernica, manipuló las circunstancias de la destrucción de la villa foral.
Ni hubo más de 1.500 muertos, ni la población era el objetivo del bombardeo aéreo, ni se celebraba un pacífico día de mercado, ni los aviones fueron exclusivamente alemanes -también los hubo italianos-, ni el ataque duró varias horas, ni la destrucción fue producto directo de las bombas, sino del incendio que no pudieron atajar los bomberos de Bilbao, que tardaron horas en llegar.
El testimonio de un guardia civil que entró a levantar cadáveres
Hace unos días, por casualidad, conocí al nieto de un guardia civil que entró con las primeras tropas, cuarenta y ocho horas después del bombardeo. Le ordenaron contar los cadáveres y sumó 123, cifra que es prácticamente la misma que los 126 estimados por Jesús Salas Larrazábal y otros autores que aportan una lista nominal de víctimas. La diferencia de tres fallecidos puede deberse a heridos graves que murieron en días posteriores. El guardia civil anotó también que muchas de las víctimas se debieron al derrumbamiento de un refugio que estaba a medio construir.
Para terminar de arreglar el homenaje al hijo de Steer se presentó en Guernica el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, experto en payasadas. El tipo habló de centenares de muertos, de considerar a la población como objetivo del bombardeo y anunció que sería el primer lugar reconocido como el primer “lugar” histórico de la “Memoria democrática”.
Bolaños confirmó con ello que la tal “memoria” es una tergiversación de la historia verdadera. Los memorialistas, a las órdenes del Gobierno de Pedro Sánchez, pasan por alto que en Paracuellos del Jarama reposan, sin identificar, los restos de unos cinco mil religiosos y derechistas que fueron asesinados por milicianos, en su mayoría socialistas, seis meses antes de los 126 muertos de Guernica, víctimas colaterales del bombardeo aéreo.
El ministro sanchista, naturalmente, consideró “franquista” el bombardeo. Ni se le pasó por la cabeza, claro, atribuir las matanzas de Paracuellos al socialista Francisco Largo Caballero, que presidía desde septiembre de 1936 el Consejo de Ministros del bando revolucionario, dizque republicano.
Tampoco se mencionó en el homenaje a Steer lo más positivo que aconteció en Guernica durante los últimos 85 años: la reconstrucción modélica de la villa efectuada por Regiones Devastadas. Que mira por donde fue una organización cien por cien franquista y cuya tarea fue elogiada por una exposición celebrada en los Nuevos Ministerios de Madrid durante el Gobierno de Felipe González. No era memoria, era historia.
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