La mitad de las regiones aptas para la producción de vino se echarán a perder a causa del cambio climático pero no todo está perdido: si los vinicultores sustituyen las uvas por variantes más preparadas frente a la sequía y el calor, podrían salvar sus cosechas y la producción de vino mundial.

Esta es la principal conclusión de un estudio internacional publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y liderado por investigadores de la Universidad de Columbia Británica (UBC).

El trabajo se centra en un rasgo clave para la adaptación al clima, la fenología, de 11 variedades de vid distribuidas globalmente: Cabernet-Sauvignon, Chasselas, Chardonnay, Garnacha, Merlot, Monastrell, Pinot noir, Riesling, Sauvignon blanc, Syrah y Ugni blanc.

Para cada una de estas 11 variedades, los investigadores utilizaron registros agrícolas de sus fenologías y modelizaron cuándo se produciría la brotación, floración y maduración, en cada una de las regiones vitivinícolas del mundo, bajo tres escenarios de calentamiento: 0 grados centígrados, 2°C y 4°C.

"Sustituir la garnacha o el cabernet sauvignon por el pinot noir o plantar trebbiano en el lugar del riesling, no son cambios fáciles, pero pueden facilitar la adaptación de los viticultores" a las circunstancias del cambio climático", dice la autora principal del estudio Elizabeth Wolkovich, profesora de ciencias forestales y de la conservación en la UBC y experta en estrategias de resistencia para los ecosistemas agrícolas y forestales.

Las uvas de vino son extremadamente sensibles al clima, especialmente a la temperatura.

Estudios previos realizados por el equipo de investigación de Wolkovich demostraron que si la temperatura global sube un promedio de dos grados centígrados -en línea con las tendencias actuales-, al menos el 51 por ciento de las actuales regiones vitininícolas podría desaparecer.

Sin embargo, el estudio actual sostiene que los viticultores podrían reducir a la mitad (al 24 por ciento) las áreas perdidas por el aumento de las temperaturas.

Por ejemplo, "en Borgoña, Francia, los vinicultores pueden considerar la posibilidad de plantar variedades más tolerantes al calor, como Syrah y Grenache, para reemplazar el Pinot Noir dominante, en tanto que los viticultores de regiones como Burdeos podrían cambiar el Cabernet Sauvignon y el Merlot por el Mourvedre", señala Wolkovich.

Escenario de subida: cuatro grados

El estudio advierte, no obstante, de que la diversificación tendrá menos impacto si las temperaturas suben más de dos grados.

"Si suben cuatro grados, alrededor del 77 por ciento de todas las áreas pueden perderse, y la plantación de nuevas variedades limitará esto a un 58 por ciento de pérdidas", puntualiza Ignacio Morales Castilla, autor principal del estudio y ex investigador postdoctoral en el laboratorio de Wolkovich, ahora en la Universidad de Alcalá (Madrid).

Las regiones vitivinícolas pueden adaptarse a un menor nivel de calentamiento, "pero a un mayor calentamiento será mucho más difícil salvar regiones", advierte el investigador español.

El estudio detalla dónde se pueden cultivar las variedades que en el futuro pueden salvar la producción vinícola.

Sin embargo, también advierte de que el éxito de esta estrategia dependerá de muchos factores, legales y culturales.

"Los consumidores que están dispuestos a probar nuevas variedades pueden desempeñar un papel importante en la salvación de las regiones que la gente ama, y la legislación puede animar a los viticultores a probar nuevas variedades.

En última instancia, la gente puede tener el mayor impacto a través del trabajo para reducir las emisiones a nivel mundial", dice Wolkovich.