Fue durante el discurso de SM el Rey Felipe VI en la ceremonia de la entrega de los Premios Princesa de Asturias "La solución a los muchos problemas" que tiene España, afirmó, sólo vendrá "de la unidad, nunca de la división". Un discurso muy apropiado para el momento.

Antes de nada, decir que el cambio de nombre de los galardones asturianos ya resulta estúpido, porque lo que importa es el cargo, no la persona, y los cargos, en el idioma de Castilla, siempre se han escrito en masculino. En suma, debería haberse mantenido la denominación Premios Príncipe de Asturias.

Pero los fantasmones de mi pueblo -en Asturias tenemos fantasmas para llenar todos los castillos de Escocia- han convertido el actual Principado en el reinado de lo políticamente correcto, es decir, de la estupidez progre más letal. Los asturianos seguimos bramando contra Madrid pero copamos toda las modas de Madrid y aún más, las hacemos nuestras y las exageramos... fantasmagóricamente.

Majestad: dice usted que lo primero es mantener la unidad de España. Entonces, ¿por qué encarga la formación de gobierno a un Sánchez cuyo objetivo es cargarse esa unidad, con tal de seguir durmiendo en Moncloa?

 

Buen discurso, ciertamente, pero una crónica periodística que no va al fondo de la cuestión. Veamos:

La solución a los problemas de España saldrán de la unidad, no de la división... y de su propia coherencia, Majestad. Usted, Señor, no cumple ninguna de sus dos funciones regias: ni es una referencia moral para el pueblo -no honra a su padre al que por miedo al la progresía dominante mantiene exiliado en un recóndito país árabe- ni cumple con sus obligaciones: la primera de todas, jugarse el cargo cada día... por el pueblo.

Recuerden la parábola del prohombre que dejó a sus siervos una cantidad de dinero para negociar: premió a los que se habían arriesgado intentando aumentar el capital recibido pero  castigó a quien escondió el dinero para devolvérselo íntegramente, en lugar de arriesgarse, aunque fuera un poquito. Usted, Señor, es el tercer siervo.

Usted, Majestad, trata de conservar la monarquía sin moverse, no vaya a ser que disparen contra el pianista. Pues bien, ese será su final y el de la Princesa Leonor, que le sucederá en el Trono. Un rey no se puede conformar con no cometer errores, tiene que arriesgar. No por él, sino por sus súbditos -o ciudadanos, a estos efectos lo mismo me da-, no por su propio beneficio sino en beneficio de su pueblo. Su discurso en Oviedo no fue el propio de un Jefe del Estado sino el de quien nada y guarda la ropa, ese imposible que convierte al presunto prudente en seguro temerario.

Un Rey no puede jugar a no cometer errores sino a ensayar el éxito. ¿Se juega la Monarquía? Claro, como se la jugaron sus ancestros, Majestad, desde Isabel de Castilla a su padre, Juan Carlos I, con motivos más nobles aquélla que éste, pero se la jugaron.

O se vive como se piensa o se acaba pensando como se vive: el Rey se ha vuelto progre por miedo y con ello colabora a la descristianización de España, que es lo que da sentido a la monarquía española... y a España

 

Dice usted que lo primero es mantener la unidad de España. Entonces, ¿por qué encarga formar gobierno a un Sánchez cuyo objetivo es cargarse esa unidad con tal de seguir durmiendo en Moncloa?

¿Que no tenía otro remedio que nominar a Sánchez? ¿Quién lo ha dicho? ¿Nomina al personaje que sólo juega, en beneficio propio, con la división de los españoles y que ni tan siquiera tiene la disculpa de haber sido el más votado por los ciudadanos, dado que no lo ha sido?

Pero quizás su mayor error, y su mayor cobardía, Majestad, haya sido este: O se vive como se piensa o se acaba pensando como se vive. El Rey se ha vuelto progre por miedo y con ello está colaborando pasivamente con la descristianización de España, que es lo que daba sentido a la monarquía española... y a España.

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Unidad, sí, pero, ¿unidad alrededor de qué, Majestad? Para mí, hay una imagen definitiva en el Reinado de Felipe VI: los dos funerales inequívocamente masónicos (de rito funerario masónico) que se celebraron, 'oficiados' por el Rey, en el patio del Palacio Real, con motivo del Covid. Ahí supimos quién era Felipe VI y qué podíamos esperar de él. Lo de la nominación de Sánchez es secundario, aunque actualmente molesto.