jueves, 9 de noviembre de 2023

Crítica a la Bandera

Las críticas a la bandera republicana por parte de la misma República: «No nació del pueblo, sino de una minoría sectaria»

El general Vicente Rojo escribió un artículo crítico contra la enseña tricolor, en 1939, que nunca llegó a ver. Fue encontrado por casualidad en 2014 y en él se calificaba de «error» la decisión de no haber mantenido la rojigualda

«Vicente Rojo era un militar como los de hoy: liberal y demócrata»




A diferencia de lo que pueda parecer, no todo el mundo en el bando republicano, antes y después de la Guerra Civil, defendía la bandera tricolor que se instauró el 14 de abril de 1931. Pensaban que, con la salida del Rey Alfonso XIII y la instauración de la Segunda República, la enseña rojigualda que había sido utilizada en la dictadura de Primo de Rivera y en los regímenes anteriores se debería haber mantenido. Así pensaba, por ejemplo, el famoso general Vicente Rojo, cuya opinión quedó plasmada en un artículo que escrito en 1939 y que nunca se llegó a publicar. 

Las frases que dejó escritas, sin duda, habrían levantado algún revuelo. Por ejemplo: «El cambio de la bandera hecho por la República constituyó un grave error». Resulta extraño que quien se expresaba así fuera uno de los más fervientes y aguerridos defensores de la Segunda República. El general que recibió el encargo de defender Madrid durante el levantamiento de las tropas franquistas en 1936 y que, a menudo, ha sido calificado como el «mejor estratega militar de su bando».

Todo ello no le impidió criticar a su Gobierno por instaurar la enseña tricolor que, según él, «no nació del pueblo, sino de una minoría sectaria». El artículo se encontraba junto a buena parte de la correspondencia privada del militar responsable de la única gran victoria del bando republicano en la Guerra Civil: la conquista de Teruel. Rojo consiguió, además, retrasar el desastre final con su intervención en las batallas de Belchite, Brunete y el Ebro. Acciones todas ellas con las que obtuvo un gran prestigio entre los sublevados. Tal es así que, al fallecer en 1966 en Madrid, recibió halagos por parte del diario 'El Alcázar', el órgano de los excombatientes franquistas, que no fueron censurados por el régimen.

Esa concordia que buscó siempre Rojo fue la que debió rondar la cabeza del general al dejar constancia por escrito de su oposición a la enseña republicana . «La cuestión de la bandera es uno de los motivos que estúpidamente dividen a los españoles y que tiene su origen en la conducta mezquinamente partidaria de nuestros políticos», apuntaba al inicio del texto.

Rojo había llegado a Argentina con su familia desde Francia, en agosto de 1939, a bordo del Alcántara. En este buque viajaba también José Ortega y Gasset. Ya debía llevar su texto encima, puesto que estaba fechado en abril de ese mismo año. Es muy probable que fuera concebido en Vernet-les-Bains, la pequeña ciudad del sur de Francia, cerca de la frontera con España, donde nuestro protagonista vivió unos meses al acabar la guerra.

Tres razones

El general valenciano daba tres razones por las que fue un auténtico disparate por parte del Gobierno republicano imponer a los españoles la enseña roja, amarilla y morada: «Primero, porque no respondía a una aspiración nacional, ni siquiera popular. La bandera republicana era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles. Segundo, porque se reemplazó una bandera nacional por una bandera partidaria y, con ello, solo consiguió dividir a España. Y, tercero, porque no era necesaria y, consecuentemente, tan solo podía producir complicaciones, tal y como sucedió».


El periodista y nieto de nuestro protagonista, José Andrés Rojo , autor del 'Retrato de un general republicano'(Tusquets), ponía varios ejemplos de esto durante una entrevista con ABC en 2006: «Un militar de carrera tenía necesariamente que ser franquista. Un católico practicante también se suponía que tenía que ser franquista. Lo mismo ocurría con un hombre de ideas conservadoras, como mi abuelo, que se suponía que tenía que ser franquista, al igual que un patriota español, solo por el hecho de serlo. Pero dentro del Ejército convivían muchas familias. Unas, digamos, más chapadas a la antigua, para las que los militares eran los salvadores de la patria y estaban legitimados para intervenir en política con las armas; y otras, más modernas, que consideraban que el Ejército era una institución que dependía del poder civil y cuyo cometido no era gobernar. Entre estos últimos se encontraba mi abuelo».

Rojo era un general al que «no le gustaban nada los desórdenes», según lo describió el historiador Jorge Martínez Reverte en este periódico. Un español orgulloso de serlo, en cuyo artículo no solo reflejaba sus sentimientos de rechazo contra la bandera tricolor, sino también su conocimiento de la realidad histórica del país. «El pueblo no anhelaba incorporar a la bandera el color morado de Castilla –explicaba–. No podía anhelarlo porque la masa del pueblo español ignoraba que el morado fuese el color de Castilla [...]. Los republicanos de la Primera República quisieron introducir su bandera partidaria y crearon la bandera llamada republicana, pero esta no llegó a tener estado oficial y tampoco se popularizó. Nació, según contó el último presidente de la Primera República, Emilio Castelar, en la Universidad de Barcelona, fundiendo tres colores de tres facultades. No pudo, pues, tener un origen más arbitrario. Por eso no llegó a ser bandera oficial, nacional o popular. Los primeros republicanos, más sensatos que los segundos, no impusieron el cambio».

Después, añadía: «Ni inconmovible, ni imperdurable ni eterna es la bandera tricolor, porque no nació del pueblo, sino de una minoría sectaria. No crearon pues un símbolo nacional, que ya estaba creado con ese carácter, sino uno de lucha partidario, haciendo prevalecer las ideas de la República por encima de las ideas de Nación y Patria . Hoy los españoles están divididos en torno a dos banderas: así es el fruto de aquel error [...]. Hay un manifiesto artificio. La injusticia de las persecuciones nada tiene que ver con los colores de la bandera de España. Algunos se apoderaron del grito de '¡Viva España!' y se colgaron en un sitio bien visible el crucifijo para proceder en nombre de Dios, pero no por eso los españoles debemos dejar de gritar '¡Viva España!'. Ni los que sean católicos o protestantes deben renegar de la moral cristiana».

La bandera 'nacional'

El historiador Luis Sorando Muzás, por su parte, destaca «el nombre de 'nacional' que se dio a esta bandera naval, en contraposición a la real, en una época en la que el concepto de nación, tal y como lo concebimos hoy, aún no existía». Lo cuenta en su artículo 'La bandera rojigualda antes de su instauración para el Ejército', publicado en la 'Revista de Historia Militar', que hace referencia a la nueva dimensión que adquirió la enseña tras un largo proceso de transformaciones que duró siglos. El mismo proceso que Vicente Rojo quería poner en valor con su artículo.

Tuvimos que esperar al Real Decreto de 13 de octubre de 1843 para que se estableciera oficialmente en todas las Fuerzas Armadas. A partir de ahí, se hizo tan popular que pronto empezó a aparecer espontáneamente en los balcones, tendidos taurinos, abanicos y atuendos. Salvo en la Segunda República, así continuó hasta la actualidad.

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