domingo, 15 de marzo de 2015

Pague 300 euros a Iberia y ahóguese en su asiento

Cuatro cuartas contadas por una palma de la mano separan el espacio entre el sillón en clase turista de Iberia del respaldo del viajero de adelante

Cuatro cuartas contadas por una palma de la mano (tamaño estándar) separan el espacio entre el sillón en clase turista de Iberia del respaldo del viajero de adelante que, por supuesto, va sentado correctamente. Ni en un solo momento se le ocurre echar el asiento hacia atrás durante el vuelo. Puede perder la vida por un enfrentamiento directo con el pasajero de la plaza de atrás. ¿Se imaginan por qué? Su cocorota prácticamente rozará con la nariz del colega de avión.

Sigamos analizando el espacio que hay entre filas de asientos. Si la medición se realiza entre el apoyabrazos y el respaldo del asiento de delante, quedan menos de dos cuartas de espacio libre. Explicadas así las cosas, cualquiera se puede imaginar los equilibrios y contorsiones que un viajero tiene que hacer para sentarse en el centro de la fila o en el sillón localizado en la ventanilla. ¿Se pregunta usted si el pasajero es gordo? Pueden sobrarle algunos kilos, pero nada más. Disponga de algún dato: su altura ronda el 1,70 metros y su peso estará en el entorno de los 75 kilos. Ni delgado ni demasiado pasado de peso. Sin embargo, no cabe.

Unas filas más atrás, se localizan las puertas de emergencia. Los viajeros van más cómodos (aunque sin exagerar), porque tienen un pelín más de espacio. Observan, sin más, lo que pasa en el aparato que la primera aerolínea española (por cierto de capital inglés) destina a conectar Galicia con la capital de España. No dicen nada. Al contrario de una chica localizada en uno de los asientos del pasillo, que tiene que levantarse para dejar pasar a una mujer. «Es todo demasiado estrecho», le dice. Y vuelta con el espectáculo de las contorsiones.

-Señorita, por favor... [se acerca la azafata, a la que unos segundos después se le suma otra que quiere escuchar]. ¿Usted sabe que el espacio es tan reducido que no se puede pasar?

-Sí, lo sé, y créame que lo entiendo, pero yo no puedo hacer nada. Se lo diré a mi jefe [se entiende que al comandante], pero es mejor que usted haga una queja por escrito. Le van a hacer más caso que a mi.

-Lo haré; no se preocupe. Usted se da cuenta de que aquí una persona mayor no puede ni intentar entrar.

-Tiene razón.

Ahí se queda la conversación. A los pocos minutos, y una vez emprendido el vuelo, transitan por el pasillo las dos azafatas ofreciendo una amplia carta de refrescos, bebidas alcohólicas, cafés, patatas fritas, bocadillos, chocolates y demás con precios tan ajustados a los bolsillos de los pasajeros más pudientes que no sé yo si venderían cinco cafés, ningún desayuno completo y un paquete de galletas.

Además, según figura en una revista que, aunque no se quiera ver se ve, está a disposición de cualquier consumidor un reloj de 229 euros, alguna pulsera de 125, otras de 59, unas pinzas de depilar de 20 y también un bolígrafo de alta gama de 320 euros.

Analicemos usted y yo la situación. ¿Cree que podríamos concluir que Iberia intenta limpiarle todo el dinero que pueda a sus viajeros desde que sacan el billete hasta que los deja en su aeropuerto de destino? Me explico un poco más: según consta en la factura, el billete Madrid-Coruña costó 311,36 euros más los gastos de emisión. Un viaje entre Madrid y Barcelona se puede encontrar por menos de 36 euros. El vuelo a Galicia no iba lleno. Así cualquiera se carga las rutas.

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