domingo, 6 de noviembre de 2022

Memoria historica real

Un crimen de Estado perpetrado por policías y pistoleros del PSOE en 1936

José Calvo Sotelo: así fue el crimen socialista que hizo estallar la Guerra Civil Española

El PSOE ya lo había advertido: «la revolución no se hace con gritos de viva el Socialismo, viva el comunismo y viva el anarquismo. Se hace violentamente».

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Las arengas violentas del PSOE durante la Segunda República

Esas palabras las pronunció Francisco Largo Caballero, entonces presidente del PSOE (Partido Socialista Obrero Español, el partido mayoritario de la izquierda española), el 20 de abril de 1934 en un incendiario discurso en el V Congreso ordinario de la Federación de Juventudes Socialistas, celebrado en el salón de fiestas del Metropolitano de Madrid. No fue una declaración oculta ni discreta: la publicó sin tapujos el periódico oficial del PSOE, «El Socialista», en la portada de su número 7.867 el 21 de abril de 1934 (ver PDF).

Izquierdistas armados con fusiles durante el golpe de Estado que los socialistas del PSOE encabezaron en octubre de 1934 en España, después de perder las elecciones.

En aquel congreso, Largo Caballero también dijo a los jóvenes socialistas: «mantengo el criterio de que hay que apoderarse del Poder político revolucionariamente». El PSOE estaba entonces en la oposición, después de la victoria electoral del centro-derecha en las elecciones de noviembre de 1933. Esa incitación a la violencia no era nueva. En actos públicos y en declaraciones publicadas por «El Socialista», Largo Caballero había propuesto sustituir la Segunda República por una dictadura socialista e incluso había amenazado con una guerra civil. Aquellas arengas totalitarias pronto empezaron a dar lugar a asesinatos de rivales políticos a manos de pistoleros del PSOE.

‘La Motorizada’: un grupo armado del PSOE implicado en varios asesinatos

En esos crímenes actuaron varios miembros de un grupo armado del PSOE, conocido como «La Motorizada», que hacía labores de escolta de dirigentes socialistas como Indalecio Prieto. El nombre de ese grupo se debía a que montaban en motocicletas, entre ellas algunas Harley-Davidson americanas, un lujo para la España de la época. La violencia era algo tan habitual en las filas del PSOE que llegaron a montar tiroteos entre distintos sectores del partido.

Miembros de ‘La Motorizada’ en febrero de 1937. Se distinguen las culatas de cuatro armas largas sobresaliendo de los manillares de las motos (Foto: Abc.es).

Uno de los miembros más destacados de ese grupo armado del PSOE era José del Castillo Sáenz de Tejada, teniente de la Guardia de Asalto, un cuerpo policial con muchos agentes afines a la izquierda, e instructor militar de «La Motorizada». El 14 de abril de 1934, él y sus hombres disolvieron a tiros un cortejo fúnebre que portaba los restos de un guardia civil asesinado por la izquierda. Como consecuencia de sus disparos, fueron asesinados el falangista Andrés Sáenz de Heredia y el carlista José Luis Llaguno Acha. Algunos señalaron que el propio Teniente Castillo fue el responsable de los disparos que causaron esas muertes. En venganza por aquello, unos pistoleros asesinaron a Castillo el 12 de julio de 1936 (algunas fuentes señalan a falangistas y otras a carlistas).

La ola de violencia que desató la izquierda tras su llegada al poder

La situación en España era muy violenta desde años antes. Cumpliendo las amenazas de Largo Caballero provocar una «guerra civil»el PSOE había encabezado un sangriento golpe de Estado en octubre de 1934, que tuvo su epicentro en Asturias y en el que los socialistas y sus aliados asesinaron a 33 sacerdotes y religiosos y a 300 militares y miembros de las fuerzas del orden, además de destruir 17 iglesias, 40 edificios religiosos y docenas de fábricas, puentes, casas y edificios públicos. En febrero de 1936, la izquierda ganó las elecciones con la ayuda de un fraude electoral, y una de las primeras cosas que hizo fue indultar a los golpistas y sacarlos de la cárcel.

El número 7.726 de «El Socialista», el periódico oficial del PSOE, publicado el 9 de noviembre de 1933, unos días antes de las elecciones en las que ganó el centro-derecha. La portada recoge un discurso del entonces presidente del PSOE, Francisco Largo Caballero, amenazando con una revolución violenta y afirmando: «Estamos en plena guerra civil».

Esa amnistía descarada contra los responsables de un golpe de Estado era toda una llamada a la violencia. Y fue lo que ocurrió. El 16 de junio de 1936, José María Gil Robles, jefe del partido mayoritario de la oposición (la CEDA), expuso en las Cortes los actos de violencia cometidos por la izquierda en los meses previos: «desde el 16 de febrero hasta el 15 de junio último un resumen numérico arroja los siguientes datos: iglesias totalmente destruidas, 160; asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos e intentos de asalto, 251; muertos, 269; heridos de diferente gravedad, 1.287; agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan, 215; atracos consumados, 138; tentativas de atracos, 23; centros políticos y particulares destrozados, 69; idem asaltados, 312; huelgas generales, 113; huelgas parciales, 228; periódicos totalmente destruidos, 10; asaltos a periódicos e intentos de asaltos y destrozos, 33; bombas y petardos que estallan, 146; recogidos sin estallar, 78″.

Las amenazas de muerte de la izquierda contra Calvo Sotelo en las Cortes

Ese mismo día, y después de esa intervención de Gil Robles, tomó la palabra el diputado José Calvo Sotelo, líder del partido derechista Renovación Española, que señaló la responsabilidad del gobierno ante esos desórdenes expuestos por el líder de la CEDA. Calvo Sotelo, que posiblemente ya estaba amenazado de muerte, plantó cara a la izquierda: «Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: ‘Señor, la vida podéis quitarme pero más no podéis. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio’.«

José Calvo Sotelo, líder del partido derechista Renovación Española, en una foto de 1930

Para que nos hagamos una idea del nivel de matonismo de la izquierda en aquel momento, en esa misma sesión parlamentaria, la diputada comunista Dolores Ibárruri, «La Pasionaria», sentenció a Calvo Sotelo: «Este hombre ha hablado por última vez». No fue la última amenaza pública que recibió el dirigente de Renovación Española. El 1 de julio, también en las Cortes, el diputado socialista Ángel Galarza dijo a José Calvo Sotelo: «Pensando en Su Señoría, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida». Significativamente, en 1931 Galarza había sido el creador de la Guardia de Asalto, el cuerpo policial del que formaba parte el teniente Castillo.

El secuestro de Calvo Sotelo por la Guardia de Asalto y ‘La Motorizada’

El asesinato de Castillo, una venganza por un crimen cometido por él y sus hombres, dio paso a una nueva venganza por parte de un grupo de guardias de asalto y miembros de «La Motorizada». En la noche del 12 al 13 de julio, acudieron en una camioneta de la Guardia de Asalto, la número 17, al domicilio del dirigente de Renovación Española Antonio Goicoechea y, después, al del líder de la CEDA, Gil Robles. El objetivo de esas visitas era secuestrarlos y asesinarlos en venganza por la muerte de Castillo, pero ninguno de los dos estaban en sus casas en ese momento. Así que ese grupo de guardias de asalto y de matones del PSOE fueron al domicilio de José Calvo Sotelo.

La camioneta nº17 de la Guardia de Asalto, en la que miembros de ese cuerpo policial y del grupo armado «La Motorizada» del PSOE se llevaron a Calvo Sotelo, sentándolo en el tercer banco. El socialista Luis Cuenca Estevas, miembro de «La Motororizada», estaba sentado en el cuarto banco de esta camioneta cuando mató al diputado de un disparo en la nuca.

Llegaron allí a las tres de la madrugada. A Calvo Sotelo le dijeron que le llevaban detenido a la Dirección General de Seguridad. El diputado se indignó y contestó: «¿Detenido? ¿Pero por qué? ¿Y mi inmunidad parlamentaria? ¿Y la inviolabilidad de domicilio? ¡Soy Diputado y me protege la Constitución!» Para tranquilizar a Calvo Sotelo, un miembro del grupo de matones socialistas se identificó como miembro de la Guardia Civil, cuerpo al que el diputado había defendido en las Cortes. Calvo Sotelo se despidió de su familia y prometió llamar en cuanto pudiese, «a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros». Los testigos señalan que el diputado bajó a la calle tranquilo, vistiendo un traje gris y un sombrero del mismo color. Lo sentaron en el tercer banco de la camioneta.

El asesinato del diputado de un tiro en la nuca

La camioneta número 17 se encaminó entonces hacia la Dirección General de Seguridad. Por el camino, sus captores le echaron la chaqueta americana hacia atrás, para inmovilizar a Calvo Sotelo y que no pudiese defenderse. Finalmente, un socialista que estaba sentado en el cuarto banco de la camioneta, Luis Cuenca Estevas, miembro de las juventudes del PSOE y de «La Motorizada», disparó un tiro en la nuca al diputado, con salida por el ojo izquierdo y pérdida de masa encefálica, según dictaminaron los forenses, doctores Piga y Águila, en la autopsia realizada en la mañana del día 14. 

El cuerpo de José Calvo Sotelo, tal como fue abandonado por sus asesinos a las 4:00 de la madrugada del 13 de julio de 1936 en el Cementerio del Este, en Madrid.

El cuerpo sin vida de Calvo Sotelo fue abandonado a las 4:00 de la madrugada del 13 de julio en el depósito del Cementerio del Este, en Madrid. Los guardias de asalto dijeron a los vigilantes del cementerio que el muerto era un sereno y que había sido asesinado en un atentado, y que más tarde enviarían la documentación del fallecido. Al comprobar que el muerto no llevaba encima documentación, los vigilantes llamaron al Juez de Guardia, que no acudió al cementerio hasta el mediodía del 13 de julio, cuando la noticia del asesinato ya circulaba por toda la ciudad de Madrid.

La inacción del gobierno contra sus autores de ese crimen de Estado

Aquel asesinato era un hecho gravísimo. Calvo Sotelo era uno de los líderes de la oposición parlamentaria, y algunos de los autores del crimen eran policías al servicio de un gobierno de izquierdas, un gobierno del Frente Popular (del que el PSOE formaba parte) encabezado por Santiago Casares Quiroga, miembro de Izquierda Republicana. El propio autor del asesinato, Luis Cuenca, comunicó al editor de «El Socialista» (el periódico del PSOE), Julián Zugazagoitia, lo que habían hecho, y éste dijo: «Ese atentado es la guerra».

El doctor Piga, de bata blanca, fue uno de los dos forenses que le practicaron la autopsia al cadáver del asesinado.

El entierro de José Calvo Sotelo tuvo lugar el 14 de julio de 1936 a las cuatro de la tarde. Una multitud acudió al sepelio. En las horas siguientes, el gobierno ordenó detener a decenas de personas de derechas, pero no a los autores del crimen, que quedaron impunes. Por si la situación no fuese ya bastante anormal, un decreto del Presidente de la República suspendió las sesiones parlamentarias durante 8 días. El 15 de julio, la Diputación Permanente de las Cortes se reunió para debatir la quinta prórroga de uno de los 23 Estados de Alarma que se declararon en los cinco primeros años de la Segunda República, una decisión que permitía al gobierno imponer la censura a la prensa.

Los escoltas de Calvo Sotelo recibieron órdenes de desampararle

En aquella reunión de la diputación permanente, Gil Robles declaró:

«El miércoles pasado, señores diputados –hace hoy exactamente ocho días–, el señor Calvo Sotelo me llamó aparte, en uno de los pasillos de la Cámara, y me dijo: «Individuos de mi escolta, que no pertenecen ciertamente a la Policía, sino a uno de los Cuerpos armados, han recibido una consigna de que en caso de atentado contra mi persona procuren inhibirse. ¿Qué me aconseja usted?»»

Una foto de la multitud que acudió al entierro de José Calvo Sotelo el 14 de julio de 1936, tres días antes del inicio de la Guerra Civil Española.

Gil Robles le había aconsejado que hablase inmediatamente con el Ministro de la Gobernación. El dirigente de la CEDA añadió: «El señor Calvo Sotelo fue a contárselo, el miércoles o el jueves, al señor Ministro de la Gobernación, el cual, según mis noticias tenidas por el señor Calvo Sotelo, dijo que en absoluto de él había emanado ninguna orden de esa naturaleza. Pero el señor Calvo Sotelo tuvo una confidencia exactísima». Gil Robles también recordó lo que le había comentado al diputado Juan Ventosa Calvell, de la Lliga Regionalista Catalana, antes del asesinato del líder de Renovación Española:

«Contra el señor Calvo Sotelo se prepara un atentado. Ha habido parte de organismos dependientes del Ministerio de la Gobernación, nunca del Ministro de la Gobernación, órdenes para que se deje impune el atentado que se prepara. Usted lo sabe; usted y yo somos testigos de que esta advertencia se ha hecho al Gobierno, de que esa amenaza se está cerniendo sobre la cabeza del señor Sotelo.»

Ese crimen fue el detonante de la Guerra Civil Española

Así pues, el secuestro y asesinato de Calvo Sotelo no fue obra de unos incontrolados: su propia escolta había recibido órdenes de dejarle desamparado, y el gobierno, que estaba avisado del peligro que corría el diputado derechista, no hizo nada por protegerle. Ante la magnitud de ese crimen de Estado y la escandalosa reacción del gobierno,muchos españoles que aún tenían dudas acabaron perdiendo la fe en la República. Aquel crimen de Estado fue la guinda de una situación que ya era insostenible desde meses atrás, una situación que la izquierda había tensado hasta el extremo con su ola de violencia. El 17 de julio dio comienzo la Guerra Civil Española con el levantamiento militar en el norte de África, que se extendería al día siguiente a gran parte de la Península.

Los desórdenes provocados por la izquierda y el asesinato de Calvo Sotelo acabaron convenciendo a muchos de que España ya no era una democracia, y que la izquierda se preparaba para llevar a cabo esa revolución violenta que Largo Caballero había anunciado pública. Ésa fue la causa del inicio de la Guerra Civil Española, que hoy algunos -entre ellos el PSOE- intentan reescribir como un enfrentamiento entre fascistas y demócratas, para ocultar su oscuro pasado. Como si el asesinato de un dirigente de la oposición por parte de agentes a las órdenes del gobierno fuese algo propio de un país democrático.

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